Cuando hablamos de conectar con la energía de nuestro niño o niña interior, estamos refiriéndonos a la conexión con esa alegría de vivir, con la ilusión, el entusiasmo, la curiosidad, las ganas de probar cosas nuevas, conocer gente y dejarse conocer, lugares, nuevas rutas.
Es volver a sentirnos ligeros, sin las preocupaciones diarias, sin el peso del hacer y hacer. Es soltar la mochila y decidir conectar con esa parte que hay en cada uno, que lo ve todo con ojos de turista, impresionado por la naturaleza, por la Vida.
Cada día podemos adquirir la costumbre de visitar a ese niño, preguntarle qué tal está y si le apetece pasar un rato en libertad, en conexión. Siendo realistas, el que se va a liberar es el adulto que está sumergido en el control y los quehaceres diarios,
Hemos de saber qué nos gusta, cada uno sabe qué le hace sentirse bien, qué es lo que le ayuda a estar en bienestar, ya sea una actividad, un deporte, o el quedar con amigos, con una amiga a tomarse un café o un té y compartir unas risas, un atardecer, una caminata por una nueva ruta, una serie, aquello que nos eleve de la tormenta mental.
Todos sabemos qué nos aporta esa energía, lo que entramos en modo automático y nos despistamos, dejando de conectarnos con lo que nos hace sentir bien, de esta forma nuestra energía baja, comienza a desequilibrarse y los acontecimientos del día nos desestabilizan, entrando con más facilidad en el juego de la mente.
Para estar en balance, permaneciendo presentes, siendo conscientes de la realidad, esta conexión es de gran ayuda. Permite que nuestra energía esté en armonía, elevada, vibrando en amor, esto nos da la llave para ver lo que acontece con otros ojos, sin tomarnos las cosas como algo personal, sabiendo salir con facilidad de la espiral mental.